Los cuentos de hadas se han mantenido a lo largo del tiempo. Actualmente se siguen editando textos con más de tres mil años de antigüedad, y ya sea a través de la literatura o el cine, los disfrutan personas de todas las edades sin importar el nivel social, económico o cultural al que pertenecen.

Parte de esta trascendencia se debe a que los cuentos no son vistos como simples historias para entretener a los niños, sino como una herramienta formativa y un tema de estudio. Prueba de esto son los millones de psicoanalistas, educadores y padres de familia que han buscado en los cuentos las experiencias más adecuadas para introyectar valores y ciertas prácticas morales. Si bien los cuentos infantiles buscan promover el hábito de la lectura, su función primordial es poner de manifiesto las emociones y dilemas de los personajes que aparecen en ellos. En su libro “Breve historia de la literatura”, Sutherland nos recuerda que muchas de las cosas que sabemos vienen de lo que hemos leído, y no solo por su contenido temático: toda obra literaria, por sencilla que sea, nos pregunta en algún punto: ¿Cuál es el sentido de esto?, y ¿cómo se relaciona conmigo?

Hace mucho tiempo, los encantos de la literatura eran considerados un peligro para los jóvenes, bajo el entendido de que los distraía de la realidad y traficaban con falsedades que podían ser perjudiciales para la sociedad en la que vivían. Hoy sabemos que la literatura, especialmente la infantil y juvenil, a diferencia de lo que se pensaba en la antigüedad, no es una reducción de la realidad, sino una forma de experimentar, entender y manejar la complejidad de las situaciones que se nos presentan. Entre otras cosas, los relatos fantásticos le permiten al niño explorar realidades que, sin importar lo fantásticas que puedan ser, guardan una relación profunda con él mismo: con sus dilemas y conflictos, con sus propias dudas y deseos.

La literatura nos permite explorar las posibles consecuencias y repercusiones de nuestras acciones y las acciones de quienes nos rodean. ¿Qué mejor forma de experimentar el mal sin hacernos daño?

El poder de la palabra

El psicólogo y biólogo suizo, Jean Piaget, reconocido por sus aportaciones al estudio de la infancia y su teoría constructivista, destaca la importancia del desarrollo del lenguaje y la capacidad de codificar y decodificar signos y símbolos tanto verbales como no verbales, a fin de que el niño pueda verbalizar el pensamiento, dar paso a la claridad emocional y al propio entendimiento. Lo que quiero destacar es que, un lector entrenado, contará con herramientas adicionales para desarrollar competencias como: toma de decisiones, autogestión afectiva, pensamiento creativo y empatía, entre otras.

Del mismo modo, la literatura permite la transformación de ideas a través del diálogo interno, el debate y la libre asociación de pensamientos. En los cuentos, el niño interactúa con distintos personajes que, si bien son ficticios, personifican entes sociales de los cuales se ve rodeado, he ilustran situaciones en las que de algún modo se encuentra inmerso.

Ejercicio de interacción y debate literario para niños y jóvenes

Para facilitar la interacción tanto con personajes como con su comunidad, Richard Anderson estudió diferentes estrategias de discusión que se pueden aprovechar ya sea en un círculo de lectura o en una sobremesa:

  • “Yo pienso (POSTURA), porque (RAZÓN)”.

  • “Si (ACCIÓN), entonces (CONSECUENCIA)”.

El debate, además de permitirnos reconsiderar la historia desde diferentes perspectivas y ofrecer un espacio para la reflexión, coadyuva en el desarrollo de la comprensión lectora necesaria para dar significado a lo que leemos.

Antes de cerrar, es importante mencionar que, para lograr que este recurso didáctico realmente sea favorable en todos los aspectos que se han descrito, es necesario elegir la lectura correctamente. Como alguna vez dijo Neil Gaiman: Las historias leídas en el momento oportuno, jamás te abandonan.